
Teoría de los Lípidos: Aquí empezó la Mentira del Colesterol
A finales de los años 50 del siglo XX, un ambicioso fisiólogo e investigador norteamericano, no médico, llamado Ancel Keys, propuso la conocida “teoría de los lípidos”, también llamada «hipótesis lipídica», en la que se decía que “a mayor consumo de grasa saturada, mayores problemas cardiovasculares”. Es decir, que “las enfermedades cardiacas venían de la grasa de la dieta”.
Para Keys el culpable de las enfermedades del corazón era “el exceso de colesterol en la sangre”. Por lo tanto “reducir el colesterol en sangre reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares”.
Para llegar a esta conclusión, demostró con unos gráficos muy llamativos que en 7 países distintos, cuanta más grasa saturada se comía, mayores índices de enfermedad cardiovascular.
El fraude fue que en realidad era un estudio con 22 países, de los cuales rechazó los resultados de los otros 15 porque no le confirmaban «su teoría». Buscó lo que quería encontrar.
Keys era miembro del comité consultivo de nutrición de la Asociación Americana del Corazón (AHA), y logró que incorporara oficialmente sus teorías definiendo unas pautas dietéticas sobre las enfermedades cardiacas, el consumo de grasas y el colesterol.
Este señor, que tenía mucho poder político, influyó en que, en los años 70, se formase en EEUU un Comité formado por políticos, y no por médicos ni científicos, para comprobar estos datos y llegaron a la conclusión de que “el consumo de grasa saturada causaba enfermedades cardiacas” y fueron los responsables de que se transformara en un dogma que perdura hasta nuestros días.
Consiguió convencer a la humanidad de que «las grasas saturadas son malas».
Y lo peor es que también convenció a médicos y cardiólogos.
EL CONTRAPUNTO
Por la misma década de los 70, el Dr. Robert Atkins, que por cierto, era cardiólogo, se hizo famoso por su “Dieta Atkins” y fue pionero de una dieta baja en carbohidratos y alta en grasas.
Defendía lo contrario a Keys y decía que el problema de la alimentación estaba en la insulina y los carbohidratos y no en las grasas y el colesterol.
La base de su dieta estaba en controlar la insulina y fue de los primeros que afirmaron que los carbohidratos y la resistencia a la insulina eran los causantes de la obesidad, las enfermedades cardiacas, la hipertensión y la diabetes.
Era tan opuesto a la teoría de Ancel Keys que su dieta fue atacada por la prensa y por la comunidad médica.
Al mismo tiempo un médico, un científico y nutricionista inglés de gran prestigio llamado John Yudkin y que había publicado artículos en revistas tan prestigiosas como The Lancet o Nature, fue uno de los que creía que las enfermedades coronarias no estaban causadas principalmente por el consumo de grasas.
Y señaló al azúcar y al exceso de insulina como el culpable de muchos problemas de salud. Y también fue uno de los pocos que dijo que eso de que “a más grasas, más enfermedades del corazón” solo se cumplía en los 7 países elegidos por Keys. Si se hubiesen tenido en cuenta los 22 países la conclusión hubiese sido que no había una relación directa entre el mayor consumo de grasa y la enfermedad coronaria.
Nunca ha sido probada la teoría de que a más grasa saturada, más enfermedades cardiovasculares.
Pero toda la teoría de Ancel Keys ya no podía volverse atrás porque se hundía su grandioso ego, y pese a que había evidencias que tumbaban su teoría y muchos médicos no estuvieron de acuerdo, la política tenía mucho más poder y ganó.
LA PIRÁMIDE Y LAS «DIETAS BAJAS EN GRASA»
Desde la década de los 80 hasta hoy las grasas se han demonizado por completo, quedando en la cabeza de la mayoría de la población que “las dietas bajas en grasas reducen el colesterol” y que “al reducir el colesterol se reducirían las enfermedades cardiacas y aumentaría la esperanza de vida”.
Así fue como
- llegaron los productos “light y bajos en grasa», «cardiosaludables», «sin colesterol»…
- se sustituyó la grasa saturada para cocinar y freír, que aguanta muy bien la temperatura, por aceites vegetales de semillas poliinsaturados hidrogenados, inflamatorios y dañinos
- Se cambió la mantequilla por margarina y se suprimió la manteca en la cocina.
Para completar el desastre, en Estados Unidos se publicó en los años 90 la famosa pirámide nutricional por la USDA (ministerio de agricultura de EEUU), es decir, la elaboraron políticos. No científicos ni médicos. Ni siquiera el ministerio de sanidad americano. Por tanto, no es de extrañar que en la base estén los cereales, claramente con intereses más comerciales que de salud.
Con la infame pirámide como respaldo donde la base estaba llena de carbohidratos y la cúspide de grasas, se hincharon a vender cereales, panes de molde, galletas de todo tipo, snacks de maíz, etc. Y para no usar grasas saturadas como la mantequilla o aceite de coco porque “nos producían infartos”, se utilizaba grasa hidrogenada como aceites de maíz, soja o girasol, que son mucho más baratos. Menudo chollo. Un negocio redondo.
Incluso la OMS, en 2003, publica un artículo llamado “Dieta, nutrición y la prevención de enfermedades crónicas” en donde se recomendaba no consumir más de un 10% de las calorías de azúcares añadidos cada día y sugería que al consumir menos azucares se reducía el riesgo de sufrir obesidad, diabetes y enfermedades cardiacas. Sólo era una sugerencia. Pero la industria azucarera americana amenazó con presionar para que se retiraran más de 400 millones de dólares anuales que EEUU entrega a la OMS. Así que poco tiempo después, se publicó un informe por el departamento de Salud americano que decía que “no había evidencias de que el azúcar fuera la causa de dichas enfermedades”.
Y ¿CUAL HA SIDO EL RESULTADO?
Que la salud ha empeorado. Han crecido los casos de enfermedades cardiovasculares, justo lo contrario de lo que se pretendía. Es decir, lo cierto es que a menor ingesta de grasa, más problemas cardiovasculares.
Curiosamente, a pesar de los «maravillosos» consejos dietéticos sobre alimentación «baja en grasa», donde todo es “light o 0% grasa”, hoy en día hay una auténtica epidemia de obesidad, diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares. Porque la realidad es que se han cambiado las grasas por carbohidratos. Y esto ha sido y es un auténtico desastre.
Y es que los productos «bajos en grasa» se quedan sin sabor y la industria alimentaria tiene que añadir azúcares para que sepan a algo. Quitan lo bueno y le ponen algo malo. La grasa da sabor a los alimentos.
Durante millones de años el ser humano ha sobrevivido, con muy buena salud según los antropólogos, consumiendo sobre todo carne y la grasa de los animales que cazaba. Una dieta baja en grasas es antinatural y evolutivamente no es lo que se espera para gozar de una buena salud.
La realidad es que no existe una relación directa entre grasa ingerida y grasa acumulada.
ESTUDIO FRAMINGHAM
El estudio Farmingham fue uno de los más grandes estudios sobre el colesterol.
Este estudio se puso en marcha en 1948 con la participación inicial de unos 5.000 mujeres y hombres sanos de esta ciudad de entre 30 y 62 años, y en el que actualmente se incluye la tercera generación de participantes. Durante más de 60 años los investigadores han recogido datos sobre las enfermedades cardiovasculares y sus factores predisponentes.
Los científicos descubrieron que:
- Entre las causas de la enfermedad cardiovascular se encontraban la hipertensión, el tabaco, el sedentarismo.
- Y se quedaron muy decepcionados al comprobar que NO había relación entre el colesterol y las enfermedades cardiovasculares.
Vieron que el nivel de LDL tenía muy poca importancia.:
- Por un lado que la ingesta de grasas podía aumentar el patrón de LDL de tamaño grande saludable.
- Y por otro lado la excesiva ingesta de carbohidratos puede hacer justamente lo contrario, elevar los triglicéridos, que están asociados a un patrón de LDL pequeño y denso.
No había relación entre tener más o menos colesterol con el riesgo de enfermedad cardiovascular.
ENTONCES: ¿POR QUÉ EL EMPEÑO DE BAJAR EL COLESTEROL?
Porque lo curioso es que los médicos siguen estudiando en la carrera que «el colesterol es algo malo y que hay que mantenerlo a raya por debajo de los 200 mg/dl».
Y la industria farmacéutica se ha encargado de que los estudios que muestran «beneficios» sigan saliendo publicados, ocultando los que muestran perjuicios.
Resultado: la mitad de la población está por encima de esa cifra de los 200 mg/dl y tendrá que tomar un medicamento para bajarlo.
¿La mitad de la población está enferma? No es muy creíble.
Y SE INVENTARON LAS ESTATINAS: «LA PASTILLA DEL COLESTEROL»
En 1980 se descubren las estatinas, una sustancia que reduce los niveles de LDL, el llamado «colesterol malo».
Lo que hacen las estatinas es inhibir la producción de colesterol por parte del hígado.
Es el medicamento más recetado en la actualidad.
Los médicos todavía creen que la manera de tratar el colesterol es “con una dieta baja en grasa y con estatinas”.
Al conseguir engañar a los médicos, éstos están convencidos de que hacen algo bueno por el paciente al recetarle estatinas. Y el paciente recibe la explicación del médico de que si no toman la medicación se exponen a un infarto de corazón.
Lo que termina ocurriendo es que en las dietas bajas en grasas, las personas sustituyen las grasas por carbohidratos simples, que al estimular la insulina, se convierten rápidamente en altos triglicéridos.
Si realmente las dietas bajas en grasas funcionaran ¿por qué tenemos la mayor epidemia de obesidad de la historia y por qué los infartos de miocardio apenas existían hace un siglo?
¿Qué es lo que más interesa a la industria de las estatinas? Demostrar que sirven como prevención primaria, es decir, ofrecer sus pastillas desde el médico de familia. O sea, prácticamente a toda la población. El negocio del siglo.
Por lo tanto, el gran interés de las casas comerciales de estatinas era demostrar que sus medicamentos son beneficiosos.
ASÍ SE CREÓ EL ESTUDIO JUPITER
Son las siglas de “Justificación del Uso en Prevención Primaria como Intervención Trial Evaluando la Rosuvastatina”.
Utilizaron 17.800 personas enfrentándolas en dos grupos, uno con estatinas y otro con placebo.
La condición era que fueran personas con la Proteína C Reactiva (PCR) elevada en el análisis de sangre. Independientemente de cómo tuviesen el colesterol.
La PCR es un marcador de inflamación que se eleva con cualquier infección bacteriana, con enfermedades autoinmunes, etc. Es producida por el hígado cuando hay inflamación.
El estudio iba a ser por 5 años, pero lo terminaron en menos de 2 años. Porque no querían que diera tiempo a que se presentaran todos los efectos secundarios que las estatinas sin duda iban a producir.
Las estatinas son antiinflamatorias, la parte buena de este fármaco. Así que bajan la PCR, justo lo que se quería.
Y da la casualidad de que el autor principal del estudio era precisamente el copropietario de la patente de la técnica de medición de la PCR que el estudio publicitaba. Así todos los médicos pedirían el nivel de PCR y en caso de tener una PCR alta, prescribirían estatinas a todas esas personas, independientemente del nivel de colesterol que tuvieran.
Esto es realmente lo que pasó: El grupo placebo tuvo un 0.76 % de eventos cardiovasculares y en el grupo de la estatina tuvo un 0.35 % de eventos cardiovasculares. Es decir, que la reducción absoluta del riesgo era sólo del 0.41 %.
Pero como 0.41 es el 54% de 0.76 (en riesgo relativo), nos vendieron que «la reducción del riesgo de infarto era del 54%». Y eso es lo que salió en primera página en los telediarios.
Menuda manera de engañar a la población. Y a los médicos, que siguen prescribiendo estatinas.
ENTONCES ¿QUÉ ES LO QUE PERJUDICA AL CORAZÓN?
El colesterol por sí mismo NO es un factor de riesgo grave para la enfermedad cardíaca.
El problema radica en la resistencia a la insulina. El azúcar y la insulina son los culpables, que causan inflamación, oxidación y daño en las arterias.
Por lo tanto, lo lógico es tomar medidas para reducir la inflamación eliminando el azúcar y los carbohidratos refinados de la alimentación.
La alimentación baja en carbohidratos y alta en grasas saludables mejora los parámetros metabólicos:
- Eleva el HDL (bueno)
- Baja los triglicéridos (bueno también)
- Mejora el tamaño de partícula del LDL, patrón A inofensivo y disminuye al mínimo el patrón B de partícula pequeña, oxidable, glicable y dañino.
Es importante es que los triglicéridos estén bajos y el HDL alto. Manteniendo esta proporción bajo control te ayudará a proteger tu corazón.
CONCLUSIONES
Es el azúcar y la insulina el verdadero culpable de los infartos, que inflama las coronarias, no la grasa.
Piénsalo: Si el colesterol es vital para la vida ¿Cómo nos han podido estar engañando durante tantos años diciéndonos que hay que bajarlo?
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