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GENOMA, EPIGENOMA Y METAGENOMA

Muchas veces echamos la culpa a nuestros genes de “heredar” una enfermedad que han sufrido en nuestra familia y nos resignamos a “la mala suerte” que nos ha tocado en el reparto genético.

La pregunta es: ¿Podemos cada uno, como individuo, hacer algo al respecto?

Yo creo que sí. Empecemos por aclarar conceptos.

 

EL ADN

El ADN (ácido desoxirribonucleico) es la macromolécula donde llevamos nuestro material genético.

En el ADN llevamos la herencia de nuestros antepasados. Pero también la identidad individual de cada uno.

Tenemos ADN enrollado en el núcleo de todas nuestras células. Se divide en 23 pares de cromosomas y está compuesto más o menos por 20.000 genes. Y cada gen contiene datos e instrucciones para fabricar proteínas y mensajes para que nuestro cuerpo se forme y funcione bien a lo largo de toda la vida.

El ADN no se puede modificar. Lo heredamos de nuestros padres y nacemos con él.

 

CADA UNA DE NUESTRAS CÉLULAS CONTIENE

El núcleo: que posee nuestro ADN herencia de nuestra madre y nuestro padre.

Centenares de mitocondrias: que tienen su propio genoma. El ADN mitocondrial es herencia únicamente materna. Nuestro padre no tiene nada que ver aquí.

Curiosidad: En 2015 el Parlamento inglés aprobó una ley que autorizó la reproducción asistida que no implica destrucción de embriones. Así han nacido niños con el ADN nuclear de su padre y de su madre, más el ADN mitocondrial de una donante, lo cual puede evitar la transmisión de un defecto mitocondrial materno que cause graves enfermedades. Son niños con material genético de 3 progenitores.

 

Todos los días de nuestra vida sacrificamos millones de células por el bien común de nuestro organismo. Es la llamada apoptosis o muerte celular programada y gracias a ella se evita la generación o propagación de numerosas enfermedades.

A veces, cuando nuestras células se copian unas a otras a la hora de dividirse, se cometen algunos errores. Es lógico que teniendo tantas células y un material genético tan grande, haya equivocaciones alguna vez. Estos errores nos han servido para mejorar funcionalmente y para adaptarnos al ambiente, pero también para desarrollar algunas enfermedades. Tengamos en cuenta que cada vez que esa molécula de ADN se divida transmitirá los errores a sus moléculas hijas y estos errores se perpetuarán en cada generación.

 

GENOMA

Llamamos genoma al conjunto del material genético de un individuo. Es el conjunto de todos nuestros genes.

Y no lo podemos cambiar. La heredamos de nuestros padres y la transmitimos a nuestros hijos.

El genoma es un almacén de información.

 

EPIGENOMA

El epigenoma organiza la información que contiene nuestro genoma.

La forma en que se expresan nuestros genes es lo que se llama epigenética. Y esto es lo verdaderamente importante, no la genética en sí.

Y aquí sí podemos hacer algo: nuestros hábitos de vida  y las decisiones que tomamos juegan un papel importantísimo. En función de nuestro estilo de vida, algunos genes se pueden “dormir” o modular según nuestras conductas.

Y nuestra alimentación es clave. Lo que comemos, la actividad física, el estrés, la temperatura, las emociones que experimentamos son cosas que hacen que algunos genes se activen o inactiven, que hablen o se queden en silencio.

 

METAGENOMA

El metagenoma es el conjunto de genomas que nos habitan, no solo el genoma humano, sino el de toda la impresionante colección de bacterias, virus y parásitos que conviven en el interior de nuestro organismo, cada uno de los cuales tiene su propio genoma.

El metagenoma es la suma de genomas de toda muestra microbiota, más el nuestro propio.

En las alteraciones del metagenoma también están en el origen de numerosas enfermedades. Cambios nutricionales, físicos, inmunológicos o emocionales como los que generan defectos epigenéticos pueden romper también el exquisito equilibrio en el diálogo de nuestros genes con los genes de las bacterias que nos cohabitan.

 

ENFERMEDADES “GENÉTICAS”

Los genes importan y no podemos cambiarlos. Tenemos los genes que tenemos, pero no todos están activos todo el tiempo. En función de las condiciones externas expresaremos unos u otros.

Por tanto su incidencia en una determinada enfermedad no es tan grande como pensamos. Así, dependiendo de nuestro estilo de vida podemos activar unos genes determinados y desactivar otros, de forma que nos libremos de la enfermedad.

Siempre habrá personas de genética envidiable que a pesar de no haberse cuidado nunca se muestren extremadamente resistentes a la enfermedad. Por el contrario, también habrá otras que deban esforzarse mucho más para mantenerse saludables.

Pero el destino está en nuestras manos en un porcentaje mucho mayor del que siempre hemos pensado.

No podemos cambiar nuestros genes pero sí nuestra epigenética: activar o expresar aquéllos que nos protejan de la enfermedad.

En nuestras manos está decidir qué comemos, cuánto nos movemos, cuánto dormimos y descansamos, cuánto nos exponemos a la luz solar, si fumamos o no, etc. Todo esto tiene un efecto directo sobre la expresión de nuestros genes. Y quizá podamos así librarnos de una determinada enfermedad.

 

OTRO LIBRO QUE RECOMIENDO

He leído «La vida en 4 letras» de Carlos López Otín. Sencillamente me ha encantado. Nos explica de una forma muy amena como nuestra genética y nuestra epigenética pueden influir en la busqueda de la salud y de la felicidad. No os lo perdais.

Carlos López Otín es catedrático en el área de bioquímica y biología molecular en el departamento de bioquímica de la Universidad de Oviedo.  Es uno de los 10 científicos europeos con mayor impacto en el análisis de los secretos moleculares del cáncer y del envejecimiento.

 

CONCLUSIONES

Nuestro estilo de vida es clave para hacer que ciertos genes se activen o no.

Alimentación, actividad física, ayuno intermitente y descanso son clave para mejorar nuestra salud.

En definitiva, somos mucho más que la suma de nuestros genes.

 

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